Finn Kydland es uno de los principales conferencistas invitados a Lacea Lames, evento que organizan EAFIT y la sucursal en Medellín del Banco de la República.
Finn Kydland, ganador del Premio Nobel de Economía de 2004, comenzó su ponencia en la Lacea Lames sobre políticas económicas y crecimiento agradeciendo la hospitalidad durante los casi tres días que lleva en Medellín. Luego, ante un auditorio colmado presentó una gráfica comparativa con los PIB de países como México, Corea, Japón, Estados Unidos e Irlanda entre 1950 y 2010 para demostrar algunas de sus tesis más importantes.
En ella era evidente que México tenía uno de los crecimientos más pobres y quiso detenerse en esto comparando a ese país con Chile para hablar sobre la importancia de las decisiones en el sector bancario: “La consistencia en las políticas son muy importantes pero no es lo único. Ambos países estaban en condiciones económicas similares en 1981, pero entre 1985 y 1990 hubo una serie de decisiones por parte de los gobiernos que cambió el destino de ambas naciones. México no privatizó algunos de sus bancos - o lo hizo demasiado tarde- y eso fue decisivo para su bajo crecimiento”. Esto le demuestra a Kydland la relación directa entre un buen manejo del sistema bancario y el crecimiento económico de una nación.
De igual forma, aclaró que además de las decisiones que tienen que ver con el sector bancario, el crecimiento también está emparentado con los movimientos del sector empresarial, las regulaciones impuestas por los gobiernos, los cambios tecnológicos y el capital humano.
Así mismo, tomando a China como ejemplo, demostró cómo es insuficiente para un gobierno crear políticas consistentes en el tiempo si no se tiene en cuenta la calidad de las mismas. “China, con los mismo recursos, pudo crecer mucho más si no fuera por la pobrísima calidad de sus políticas económicas”, dijo Kydland.
Argentina fue otro ejemplo expuesto por el Nobel noruego. Según él, durante la época más crítica del país suramericano, el gobierno llevó a cabo políticas con un efecto a corto plazo y eso, de manera inmediata, tuvo un impacto frente a la confianza de los inversionistas. Los planes económicos, dijo, deben ser a largo plazo para asegurar un crecimiento económico no solo en el presente sino en el futuro.
Al final de su ponencia, Kydland reconoció que para los gobiernos es difícil llevar a cabo políticas de largo plazo pues corren el riesgo de verse truncadas debido a la necesidad de presentar resultados inmediatos; sin embargo, recomendó hacer un esfuerzo mayúsculo por conservarlas, ya que es la mejor manera para mantener un crecimiento económico sostenible.
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